SAS: ¿La nueva puerta al emprendedurismo en Uruguay o una moda pasajera?
¿Te imaginás poder crear tu empresa en cuestión de días, sin enredarte en trámites interminables ni gastos innecesarios?
Eso, precisamente, es lo que vino a ofrecer la Sociedad por Acciones Simplificada (SAS), introducida por la Ley N.º 19.820, una figura que cambió por completo la manera de emprender en Uruguay.
Hasta hace no tanto, quien quería formalizar su negocio tenía que optar entre una Sociedad Anónima (SA) —compleja, costosa y pensada para estructuras grandes— o una Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL), más acotada y con limitaciones para el crecimiento. La SAS se ubica justo en el medio: simple, moderna y adaptable, sin dejar de ser plenamente formal.
¿Qué es realmente una SAS?
La SAS es una sociedad comercial con personalidad jurídica propia, lo que significa que el patrimonio personal del o los socios queda protegido. En otras palabras, si la empresa contrae deudas, los socios no responden con sus bienes personales.
Además, puede constituirse por una o varias personas, y no requiere un capital inicial elevado: basta con integrar el 10% al momento de la creación.
Pero lo más innovador está en su flexibilidad interna. La ley permite que los socios definan su estructura, sus órganos y sus reglas de funcionamiento de forma libre, dentro del marco legal. Incluso la constitución puede hacerse mediante documento privado, agilizando los tiempos de inscripción y reduciendo costos.
¿Qué cambia respecto a una empresa unipersonal?
Uno de los grandes atractivos de la SAS es que una empresa unipersonal puede transformarse fácilmente en una SAS, manteniendo su giro y sin necesidad de iniciar un proceso desde cero.
La ley además exonera de presentar certificados de BPS y DGI durante esa transformación, y otorga ciertas facilidades fiscales para promover el cambio.
En pocas palabras: si tenías una unipersonal y querés crecer, la SAS es una vía natural y conveniente.
¿Qué hay detrás del objeto social?
Acá es donde se esconde un detalle crucial que muchos pasan por alto.
El objeto social, definido en el estatuto de la sociedad, no es una simple descripción de actividades. Es el corazón jurídico de la empresa, lo que determina hasta dónde puede actuar válidamente.
Ahora bien, ¿debe ser algo limitado a un solo rubro?
La respuesta es no. El objeto del contrato social puede ser amplio, siempre que guarde una coherencia interna. No se trata solo de decir “voy a vender ropa”, sino de prever que la sociedad pueda también “importar, representar marcas, fabricar, distribuir o prestar servicios vinculados al rubro textil”.
Cuanto más estratégico y bien redactado sea el objeto, más margen tendrá la sociedad para crecer y adaptarse, sin tener que reformar su estatuto cada vez que cambie el contexto.
Por eso, el objeto no debería verse como un corsé, sino como una herramienta de expansión.
Y acá surge la pregunta clave:
¿cuántas sociedades uruguayas quedaron atrapadas en objetos sociales tan estrechos que hoy les impiden aprovechar nuevas oportunidades de negocio?
¿Por qué elegir una SAS?
Porque combina autonomía, formalidad y simplicidad.
Se adapta a la realidad del emprendedor uruguayo que quiere crecer, necesita respaldo jurídico, pero no puede perder meses en trámites.
El control sigue existiendo —la SAS debe inscribirse en el Registro de Personas Jurídicas y cumplir con la Ley de Lavado de Activos—, pero su régimen es mucho más dinámico.
Además, puede transformarse en otros tipos societarios si el negocio evoluciona, excepto en sociedad anónima. Es decir, una SAS puede cambiar de forma, pero sin perder su historia legal ni sus derechos adquiridos.
En definitiva
La SAS no es una moda pasajera. Es una herramienta que llegó para modernizar el derecho societario uruguayo y acompañar la transformación del mercado.
Permite emprender con agilidad, pero con respaldo. Flexibiliza las estructuras sin dejar de lado el control. Y, sobre todo, devuelve al emprendedor algo que en Uruguay siempre fue escaso: libertad para decidir.
Quizás la pregunta final no sea si conviene crear una SAS, sino más bien:
¿cuánto tiempo más vas a dejar pasar antes de formalizar tu proyecto con una estructura pensada para el siglo XXI?
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